22 de diciembre de 2025
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De la alberca UV a Chongqing: la historia resiliente de Joselyn Yépez

  • La posibilidad de colaborar nuevamente con la Universidad de Chongqing o cualquier institución en la región sería fascinante, ya que me permitiría aplicar mis conocimientos actualizados y seguir siendo un puente cultural entre México y China
  • “Tuve el caso de un estudiante que cambió su nombre por el de ‘Diego’, dada su admiración a Maradona; lo cual era una herramienta fantástica para iniciar las conversaciones en español”

Irma Villa

Joselyn Yépez Enríquez no es solo una académica de la Universidad Veracruzana; es una mujer que entiende la vida como una serie de estrategias para alcanzar metas. De niña soñaba con cruzar el Canal de la Mancha y, aunque no lo hizo nadando, la disciplina del deporte la llevó a cruzar fronteras aún más complejas. Hoy, como docente y doctorante en Innovación en Educación Superior, Joselyn reflexiona sobre su trayectoria: desde las competencias nacionales de natación hasta su inmersión en la efervescente megalópolis de Chongqing, China. En esta charla, nos comparte cómo la enseñanza del español se convirtió en su puente hacia Oriente y por qué la mentalidad de una atleta es su mejor herramienta en el aula.

Para quienes no conocen tu trayectoria, ¿quién es Joselyn Yépez Enríquez y qué motores mueven tu vida profesional hoy en día?

Me defino como una persona disciplinada, profesional y amante de los retos; los veo como motores indispensables para el crecimiento. Soy orgullosamente de Coatzacoalcos y docente en el Centro de Idiomas de la UV, aunque actualmente enfoco mis energías en el tercer semestre del Doctorado en Innovación en Educación Superior en el CIIES. Mi base es la resiliencia: la capacidad de adaptarme y aprender de cada entorno.

Investigando sobre ti, saltan a la vista tus logros en la natación competitiva con los Halcones de la UV. ¿Qué huella dejó el deporte en la mujer que eres hoy?

El deporte fue mi gran escuela de vida. Representar a la Universidad Veracruzana en Universiadas Nacionales me dio herramientas que aplico a diario: la capacidad de trabajar bajo presión y la orientación total hacia los resultados. De niña soñaba con las Olimpiadas o cruzar el Canal de la Mancha; si bien el destino me llevó por otros rumbos, esas metas forjaron mi filosofía: en la vida no se gana ni se pierde, se aprende. Esa mentalidad de mejora continua es la que traslado hoy a mis proyectos educativos.

Tu formación base es el inglés, pero tu carrera ha sido cosmopolita. ¿Qué consejo le das a los jóvenes que hoy dudan sobre qué estudiar?

Mi elección por el inglés fue estratégica: sabía que el idioma era la llave para recorrer el mundo. A los jóvenes les daría tres consejos: primero, elijan por pasión, pero observen de cerca a quienes ya ejercen esa profesión. Segundo, el inglés ya no es un lujo, es una herramienta de supervivencia profesional. Y tercero, no se queden solo en los libros; hagan deporte, cultura o labor social. Eso es lo que realmente construye el liderazgo y la empatía.

Has vivido en Inglaterra y hablas varios idiomas. ¿Cómo diste el salto de la comodidad del mundo occidental al desafío de aprender chino?

Fue una mezcla de oportunidad y curiosidad. La UV tiene un convenio con la Universidad de Ciencia y Tecnología de Chongqing y no lo dudé. Me enamoré del país y del idioma; me fascina cómo un solo carácter puede contener toda una historia. Aunque mi nivel aún es básico, esa inmersión cambió mi visión del mundo.

Chongqing es hoy una megalópolis futurista, pero tú llegaste en 2013. ¿Qué te motivó a ir a un país que suele ser tan cuestionado políticamente desde Occidente?

Mi motivación fue académica y cultural. Decidí dejar de lado los debates políticos para centrarme en mi misión como puente entre culturas. Estuve casi un año escolar allá y, honestamente, al estar en el terreno, las cuestiones de gobierno pasan a segundo plano ante la riqueza tecnológica y la calidez de la gente. Llegué a una ciudad en plena efervescencia y mi estrategia para adaptarme fue la de siempre: observar, preguntar y respetar.

Es una experiencia que inició desde el momento del viaje; fuimos dos maestras de Xalapa (la maestra Isabel González y yo), y el tamaño de los aeropuertos y el transbordo ya daban una idea de la escala del país.

Lo que más me impactó fue el crecimiento acelerado, la infraestructura y, sobre todo, la tecnología que ya se manejaba. Comprendí de inmediato por qué Chongqing es una de las grandes potencias económicas que impulsan a China.

 ¿Cómo fue el choque cultural de enseñar español en salones en una universidad tecnológica?

“Fue un desafío metodológico enorme. En México estamos acostumbrados a grupos pequeños e interactivos; en China me encontré con auditorios de 60 alumnos y una tradición educativa más rígida. Tuve que ser muy creativa para fomentar la participación sin romper con su esquema de respeto. Además, enfrenté retos logísticos como la censura de plataformas digitales (Google), lo que me obligó a dominar el ecosistema local de Baidu y QQ para conseguir materiales.

Fuera del campus, la barrera del idioma inglés era notoria. Esto dificultaba tareas cotidianas. Por suerte, logré superarlo gracias al apoyo incondicional de mis estudiantes chinos y de una compañera de Xalapa, la maestra Alba Bellido, que me ayudaron a comprender un poco más sobre la vida en China.

En general, no puedo hablar más que maravillas de mis estudiantes. Eran sumamente respetuosos, atentos y dedicados. Su actitud hizo mi labor docente mucho más fácil y gratificante.

Por supuesto que extrañaba a mi familia y mi ciudad, pero la experiencia en Chongqing era otro nivel. Fue tan enriquecedora en lo profesional y lo personal que, de hecho, me hubiera encantado extender mi estancia.

El interés en el idioma era muy variado. Los estudiantes de humanidades, turismo e idiomas eran, naturalmente, los más interesados por motivos de carrera.

Sin embargo, me sorprendió ver el entusiasmo de alumnos de otras carreras, impulsado muchas veces por la cultura popular latinoamericana, especialmente el fútbol. De hecho, tuve el caso de un estudiante que se cambió su nombre por ‘Diego’ por su admiración a Maradona, lo cual era una herramienta fantástica para iniciar las conversaciones en español”.

Si trazamos un paralelo entre Coatzacoalcos y Chongqing, ¿qué aspectos culturales o sociales crees que unan a estas dos ciudades? Sé que comen mucho picante y que los amigos se pelean por pagar la cuenta en los restaurantes.

“Esta pregunta es fascinante, porque, aunque parezca que no tienen nada en común, al estar ahí me esforcé mucho por encontrar esos hilos conductores culturales y sociales que unen a las personas más allá de la geografía.

El nombre de Coatzacoalcos significa «donde se esconde la serpiente», y en Chongqing el dragón es omnipresente. Ambas son culturas con raíces míticas poderosas y un sentido de la familia inquebrantable. Además, el famoso Hot Pot de Chongqing es tan picante que hizo que no extrañara para nada el chile de Veracruz.

En cuanto a la anécdota de «pelear por pagar la cuenta», esto me pareció una manifestación de una generosidad y hospitalidad llevada al extremo. Si bien en México es común pelearse de forma amistosa por pagar, en Chongqing es un acto de respeto profundo y un deseo de ser el anfitrión, lo que demuestra un gran valor por la amistad y el estatus social.

El picante y el Hot Pot son emblemas de Chongqing, que es una ciudad conocida por el carácter fuerte y pasional de su gente, algo que también se refleja en la cultura cálida y directa de la gente de la costa en Coatzacoalcos.

Finalmente, un aspecto socioeconómico que las une es que ambas son ciudades que funcionan como puntos importantes de transporte y comercio en sus regiones (Chongqing como punto estratégico en el interior de China, y Coatzacoalcos como punto clave del Golfo y el Istmo de Tehuantepec)”.

¿Hay alguna anécdota divertida de tu tiempo en Chongqing que quieras compartir?

“Tengo muchas anécdotas de ese tiempo que ilustran lo que es vivir en una cultura tan diferente. En la vida diaria, algo tan simple como encontrar un baño o pedir comida fuera del campus era un desafío, pues todo está escrito en caracteres y el inglés es casi inexistente.

Un día fuimos a recorrer una montaña a las afueras, la maestra Isabel y yo. Nos adentramos bastante en el camino, pero de repente ya no había camino. Para sumarle a la situación, encontramos una huella enorme de garra de animal en el camino, lo cual nos alarmó.

Al regresar, un lugareño nos confirmó que el parque ya estaba cerrado y nos ofreció llevarnos de vuelta a la ciudad cobrándonos una suma muy alta, razón que nos llevó a seguir buscando otra vía para salir. Más adelante, encontramos unas casas pequeñas y a un señor que nos vio las caras de preocupación. Él no hablaba inglés, pero utilizando mi app de traducción de chino logramos explicarle un poco nuestra situación. Demostró una hospitalidad increíble, pues se ofreció a llevarnos de vuelta a la ciudad sin cobrarnos nada.

Esta anécdota me enseñó que existen personas que te pueden ayudar a pesar de la diferencia del idioma y la cultura”.

Después de más de una década de aquella experiencia, ¿qué queda de Chongqing en tu vida diaria?

“China me demostró que puedo desempeñarme en cualquier entorno, por adverso que sea. Me quitó prejuicios y me dio una confianza absoluta en mi capacidad de adaptación. Aprendí que no hay problemas, sino retos que requieren una estrategia diferente, tal como cuando planeaba mis brazadas en una prueba de 800 metros libres”.

¿Te gustaría volver?

“Por supuesto, me encantaría volver a Chongqing. Fue una experiencia que superó todas mis expectativas, y mi deseo de regresar es muy fuerte.

Hay tres motivos clave por los que desearía regresar. Quiero ver de primera mano todos los adelantos urbanos y tecnológicos que ha tenido la ciudad desde 2013, y entender cómo esos avances están impactando en la educación y la sociedad.

La posibilidad de colaborar nuevamente con la Universidad de Chongqing o cualquier institución en la región sería fascinante, ya que me permitiría aplicar mis conocimientos actualizados y seguir siendo un puente cultural entre México y China.

Quiero profundizar en el aprendizaje del idioma y su cultura. Fue una experiencia muy diferente a la que viví en Londres, por su nivel de inmersión y desafío. Como educadora con visión global, creo que el mejor camino es siempre el del conocimiento directo”.